Todas las malas decisiones tomadas en malos momentos no contarían como decisiones si no han sido meditadas, no? si al contrario, sólo te has dejado llevar por lo que sientes, si no hay un freno o una voz en off que nos grite "te estás equivocando".
Me estoy equivocando, pero entonces ya es tarde, ya ha pasado, ya estás en esa cama, en ese cuerpo, sobre esa barra, abrazando esa taza del water, en ese suelo áspero, en el mismo infierno.
Y las consecuencias de las malas decisiones aparecen poco a poco. Como un abanico que se despliega con sensualidad, que parece no acabar nunca, esa imagen que se repite, un disco rayado, tu madre preguntando como estás, la alarma del despertador, quiere algo más? próxima estación, es el cartero, puede abrir, a dónde le llevo? Una cascada de feas consecuencias debidas a malas decisiones.
Y si hubieses podido saber con seguridad a donde te llevará ese maremoto de descontrol y falta de juicio, te pregunto, ¿hubiese cambiado algo?
Pero ya es tarde, antes siquiera de contemplar la posibilidad de una rectificación, ya estás en medio de la pista de baile, con el sujetador en la mano y con una cantidad de alcohol en tu cuerpo que no eres capaz de comprender.
Tú nunca fuiste esa clase de chica, tú ni siquiera habías sido la clase de chica que puede encasillarse en alguna clase y sin embargo, ahí estabas, en ese círculo hermético, con una canción bastante fea de fondo repitiendo frases que alguna vez te funcionaron. Y te sorprende ver cómo, tras los años, los hombres, tengan la edad que tengan, siguen necesitando escuchar lo mismo para excitarse.
Te sientes una diosa en mitad de una multitud aborrecible. Te sientes tan especial rodeada de tanta mediocridad que crees que nada de eso te puede afectar, que no habrá nombres, ni reproches, ni cabezas ardiendo, ni miradas, porque aquellos que hay a tu alrededor no tienen ojos, y sus manos no tocan y tú hace tiempo que los abandonaste, porque tú eres distinta a cualquiera que alguna vez se la hubiera puesto dura a cualquiera en ese bar.
Pero las malas decisiones siempre traen consecuencias y esperan pacientes, saben que son ganadoras, vencedoras en esa guerra. Están tranquilas porque para entonces, ya las habrás olvidado. Es en ese momento, cuando hundirán sus dedos entre los músculos, abrirán las carnes, buscarán las capas de bálsamos y tiritas que alguna vez usaste, quitarán la grasa, buscarán las grietas y abrirán sin miedo entre la pus, buscando en ese bosque de putrefacción lo que quede intacto para estrangularlo.
Me estoy equivocando, pero entonces ya es tarde, ya ha pasado, ya estás en esa cama, en ese cuerpo, sobre esa barra, abrazando esa taza del water, en ese suelo áspero, en el mismo infierno.
Y las consecuencias de las malas decisiones aparecen poco a poco. Como un abanico que se despliega con sensualidad, que parece no acabar nunca, esa imagen que se repite, un disco rayado, tu madre preguntando como estás, la alarma del despertador, quiere algo más? próxima estación, es el cartero, puede abrir, a dónde le llevo? Una cascada de feas consecuencias debidas a malas decisiones.
Y si hubieses podido saber con seguridad a donde te llevará ese maremoto de descontrol y falta de juicio, te pregunto, ¿hubiese cambiado algo?
Pero ya es tarde, antes siquiera de contemplar la posibilidad de una rectificación, ya estás en medio de la pista de baile, con el sujetador en la mano y con una cantidad de alcohol en tu cuerpo que no eres capaz de comprender.
Tú nunca fuiste esa clase de chica, tú ni siquiera habías sido la clase de chica que puede encasillarse en alguna clase y sin embargo, ahí estabas, en ese círculo hermético, con una canción bastante fea de fondo repitiendo frases que alguna vez te funcionaron. Y te sorprende ver cómo, tras los años, los hombres, tengan la edad que tengan, siguen necesitando escuchar lo mismo para excitarse.
Te sientes una diosa en mitad de una multitud aborrecible. Te sientes tan especial rodeada de tanta mediocridad que crees que nada de eso te puede afectar, que no habrá nombres, ni reproches, ni cabezas ardiendo, ni miradas, porque aquellos que hay a tu alrededor no tienen ojos, y sus manos no tocan y tú hace tiempo que los abandonaste, porque tú eres distinta a cualquiera que alguna vez se la hubiera puesto dura a cualquiera en ese bar.
Pero las malas decisiones siempre traen consecuencias y esperan pacientes, saben que son ganadoras, vencedoras en esa guerra. Están tranquilas porque para entonces, ya las habrás olvidado. Es en ese momento, cuando hundirán sus dedos entre los músculos, abrirán las carnes, buscarán las capas de bálsamos y tiritas que alguna vez usaste, quitarán la grasa, buscarán las grietas y abrirán sin miedo entre la pus, buscando en ese bosque de putrefacción lo que quede intacto para estrangularlo.
Resaca?
ResponderEliminarJoder, Zahara.
ResponderEliminar"Y si hubieses podido saber con seguridad a donde te llevará ese maremoto de descontrol y falta de juicio, te pregunto, ¿hubiese cambiado algo?"
ResponderEliminarNo, no habría cambiado nada. El riesgo a lo desconocido es la excusa perfecta para caer en el error y no sentirnos culpables...
Terriblemente cierto.
Aún así existe ese último recoveco, ese "algo" tan intangible que ni nosotros mismos conocemos, algo que tarde o temprano acaba apareciendo. Tal vez hemos estado buscando en el lugar equivocado...
ResponderEliminarPues sí :(
ResponderEliminarEl error de creernos especiales haciendo lo mismo que todo el mundo. "Yo puedo hacerlo y que no pase nada", porque, claro, tu sabes que lo estás haciendo. Esa es la diferencia, eso creemos. Esa diferencia que no vale una puta mierda a los cinco minutos porque nos damos cuenta de que no, no somos especiales, y que la única diferencia es que nosotros, nos damos cuenta.
ResponderEliminarÁnimo.
http://www.youtube.com/watch?v=D3cmobORC90
Brutal...como ese instante en el que somos conscientes de habernos equivocado de lleno, donde casi ni nos reconocemos...y ya no hay marcha atrás, sólo seguir hacia delante por inercia...
ResponderEliminaryes
EliminarEs la primera vez que leo tu blog y... menuda entrada!
ResponderEliminarTodos somos un conjunto de decisiones y consecuencias y las que más nos hacen "crecer" son las malas. Lo importante es saber aprender sobre todo de esas, de las que te hacen sentir horrible la mañana siguiente... Cuantas veces me habré repetido "nunca más"...
Bueno!
ResponderEliminarQué cañerita te estás volviendo, no?
¿O siempre has sido así pero lo escondías?
Interesante relato, espero que ficticio ;-)
Saludos!