lunes, 2 de noviembre de 2009

tu café dolorido aquella mañana inexistente
como si fuera el último día en la tierra y ella en la otra punta del planeta pensando donde estarías cuando tenías su edad
así, entre galletas con forma de calaveras y el humo de todos los cigarros del mundo te debatías en un duelo a muerte por su vida y por la tuya
sabiendo de antemano que estabas a punto de estrellarte sin paracaídas
y que dolería más que nunca

merecía la pena verla un segundo
y agonizar el resto de los días que quedaban a oscuras


su mano, su pelo suave, su olor camuflado en otros olores
era algo parecido a la magia
que se desvanecía lentamente entre sus piernas que ya no quemaban, calmadas andaban en otra dirección, al baño con otra mano entre su mano y otras voces en sus pensamientos
y tú querías ser el que estaba en su cabeza
y tú eras quien luchaba por sacarla de la tuya

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