domingo, 20 de septiembre de 2015

La llamada del más allá.

Cuando salió a recibirme llevaba una de esas camisetas de pijama blancas y ligeramente translúcidas que dejaba entrever sus pezones relajados. Los imaginaba rosas bajo esa fina capa de tela y aunque no osaría jamás a mirarlos directamente mientras me hablaba del verano y los viajes con la familia, no podía dejar de pensar en ellos. Puede que fuera mi primer contacto con la sexualidad, voluntario o involuntario, pero fuera como fuese, sin duda, placentero.
Hoy sonaba el teléfono en casa tan insistentemente que su mero sonido parecía urgente.
Cuando descolgué me habló directamente sobre su padre y mencionó unas vacaciones que ya no volverían. Habían pasado 10 años de aquello y 8 meses desde la última vez que la escuchaba, pero la aspereza de su voz no escondía, sin embargo, el amor que seguía sintiendo por mí, y recordé, entre esos susurros cercanos al llanto, sus pechos a través de la camiseta.

6 comentarios:

  1. Sobre lo imperecedero, a pesar de la esterilidad de las voluntades y la dudosa eficacia del tiempo en la limpieza...

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  2. Yo suelo tener más nitidez, quizá consecuencia de la nostalgia, de los recuerdos de hace 10 años que de los de hace 8 meses, en los que parece que pasó un mundo de cosas por el medio que te separan.
    Muy bonito missZ.

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  4. Yo suelo tener más nitidez, quizá consecuencia de la nostalgia, de los recuerdos de hace 10 años que de los de hace 8 meses, en los que parece que pasó un mundo de cosas por el medio que te separan.
    Muy bonito missZ.

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