quedabas a las seis de la tarde en la plaza del centro. Había cambiado tantas veces de nombre que no sabíais cómo llamarla, aún así siempre sabíais que era ahí y que era a las seis.
Ella aparecía naranja y sonriente, casi siempre y tu melena corta y tú, por el otro lado de la calle.
las horas pasaban calurosas, pero no importaba.
os veíais cada tarde de ese agosto pero aún así siempre teníais algo distinto que contaros.
sacábais vuestras cincuenta pesetas, comprabáis un helado de veinticinco (tú de vainilla, ella de chocolate) y os lo tomábais mirando la gente.
Luego venían las pipas, y aparecía teresa, más tarde, delgada y siempre bronceada, con sus piernas finas de gimnasta.
a las diez volvíais a casa a cenar, con el estómago lleno de porquería y la cabeza llena de pájaros.
me suena a verano adolescente, y me gusta :)
ResponderEliminarquien no habrá hecho eso una tarde de verano, ains...
ResponderEliminarla cabeza llena de pájaros por volar y soñando en un futuro lejos de allí
ResponderEliminarconsigues que me enamore de cada texto que escribes
ResponderEliminarpolos de veinticinco pesetas... suena a tiempos lejanos pero todavía puedo percibir el sabor del primer bocado y cuando decías "no lo chupes por abajo así tarda más en derretirse" (dicho así suena muy obsceno jajajaja).
ResponderEliminarTe compro esta fotografía!!
veranos lejanos, y llenos de amigos que ya no están. Llenos de una felicidad que ya no está... y de las converse del mercadillo que usábamos para meternos en el río...
ResponderEliminarbenditos veranos
la cabeza llena de pájaros...eso me pasa a mí jajaja
ResponderEliminarun beso! :)
qué bonito! y qué bueno es verse todas las tardes y aún así siempre tener algo distinto que contar ;)
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