Y mientras cocinaba pensaba en quién iba a venir a cenar.
Por eso esa noche, arreglando el aguacate, se preguntaba si me gustaría.
Luego nos fuimos a la cocina y cortó, con una delicadeza exquisita, la manzana.
Colocó una a una las medias lunas manzaneras y espolvoreaba la canela sobre ellas.
Veinte minutos en el horno
Mientras, le conté mi vida, cómo había cambiado, que el amor llega y se va sin poder hacer nada al respecto, que la profesión está complicada, pero aún así seguimos, y que por más que viviera sola siempre cocinaba para dos.Barcelona era cara, pero bella.
La luz baja, el olor del horno y la complicidad con alguien a quien hacía una eternidad que no veía y con quien posiblemente, nunca había hablado así
Y luego entraron todos con los platos sucios de la mesa, encendiendo luces, tirando migas de pan del mantel y supimos que se nos había acabado la noche.
Que buenos son esos días.
ResponderEliminarEspero que hayas disfrutado de ese momento, por muy corto que haya sido o se te haya hecho :)
Es tan maravillloso esos pequeños momentos que te da la vida... aix... si uno pudiese guardarlos todos en una caja.
ResponderEliminarsaludos chica de los cupcakes!
Igual que Cenicienta cuando dieron las doce en el reloj...
ResponderEliminarMe encantan estos fragmentos, retazos de vidas aquí y allá. No hace mucho que he vivido un momento "tarta de manzana", y me ha salido una sonrisilla. Gracias :)
ResponderEliminarbueno, y la tarta, cómo estaba? XD
ResponderEliminarPrecioso texto Z!
Melancólicamente bella...
ResponderEliminarsuena muy bien..... que bien que estas cosas pases tan a menudo...
ResponderEliminarMuy romántico.
ResponderEliminarAbrazos melburnianos.
siempre, siempre lo eternamente breve es lo más bello, lo más evocador
ResponderEliminarLas tardes de invierno son para las chicas que hacen tartas de manzana
ResponderEliminarUn placer leer tu blog. Un saludo.
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